Desde julio de 2025, las modificaciones al Impuesto a las Ganancias mantienen al aguinaldo y los bonos habituales bajo la lupa fiscal. Los cambios responden al ajuste por inflación y se aplican automáticamente: el monto a partir del cual se comienza a pagar se eleva, pero la progresividad de la escala puede hacer que trabajadores con ingresos apenas superiores al mínimo sufran retenciones significativamente mayores.
La escala más baja afecta a quienes superen los $2.329.753 brutos mensuales en el caso de solteros, mientras que el piso puede ascender por cargas familiares y otras deducciones. La ley contempla parámetros para cónyuge, hijos, alquiler, gastos médicos y deducciones varias, elementos que, de no ser declarados correctamente, pueden llevar a pagar más de lo debido.
El impuesto no solo es un número: incide en el recibo de sueldo, el aguinaldo, y en devoluciones correspondientes a las liquidaciones anuales. El trabajador muchas veces desconoce el efecto real de los aumentos escalonados, la retención anticipada y los mecanismos de ajuste que la AFIP aplica a partir de la liquidación.
En contexto de inflación y cambio permanente, conocer las novedades y las posibilidades de deducción se vuelve indispensable. El impacto puede ser considerable: la diferencia entre declarar o no a un hijo, por ejemplo, puede rondar varios miles de pesos al año.
La discusión pública sobre Ganancias suele centrarse en los límites, pero los detalles técnicos y el modo en que se concreta la retención merecen atención: allí está la clave para entender por qué, de un mes al otro, el sueldo puede variar sin una explicación clara en el recibo.