La fiscal María de los Ángeles Attarian Mena, quien llevó adelante la acusación, solicitó prisión perpetua para ambos como coautores del delito de homicidio calificado por el vínculo, alevosía y ensañamiento. Según informó el tribunal, los fundamentos y el monto exacto de las penas serán dados a conocer el 15 de septiembre.
Durante el juicio, se presentaron pruebas estremecedoras que detallaron el calvario vivido por el pequeño León. Fue llevado por su madre al hospital El Cruce, en Florencio Varela, con claros signos de maltrato: hematomas, mordeduras, pinchazos con agujas y golpes. La autopsia reveló, además, que una aguja oxidada de aproximadamente 2,5 centímetros estaba incrustada en la espalda del bebé desde hacía más de un mes, lo que causó una infección letal.
Testimonios de familiares y de dos hermanos de León, recogidos a través del sistema de cámara Gesell, describieron un ambiente de extrema violencia y abuso constante en el hogar. Según las declaraciones, el bebé y sus hermanos eran sometidos a castigos físicos y psicológicos severos, que incluían golpes con palos, agua fría, el uso de pimienta en la comida y la práctica de pincharlos con alfileres.
En sus últimas palabras ante el tribunal, Yésica Aquino expresó arrepentimiento y negó haber buscado la muerte de su hijo, afirmando que en ocasiones utilizaba la fuerza como “un simple juego”. En tanto, Roberto Fernández se declaró inocente y negó ser un agresor.
El caso León Aquino conmocionó a la sociedad por la crudeza de los abusos, exponiendo la urgencia de mecanismos de protección efectivos para la niñez. Los hermanos del pequeño fueron separados judicialmente y distribuidos en hogares de abrigo y familiares.
El tribunal resolvió finalmente condenar a ambos adultos, respondiendo a la gravedad de los hechos y al sufrimiento infligido al menor, en busca de justicia para León y medidas ejemplares frente a casos de violencia infantil.