La obra, fechada en 1710 y valorada en alrededor de 50.000 dólares, fue localizada en la ciudad balnearia de Mar del Plata tras haberse visto en un aviso de venta de una casa perteneciente a la hija de Kadgien, Patricia, y su marido Juan Carlos Cortegoso. La difusión del hallazgo llevó a una serie de allanamientos y detenciones, ya que la pareja se encuentra bajo arresto domiciliario acusada de encubrimiento y obstrucción a la justicia en la investigación del contrabando de bienes culturales.
Kadgien, quien fue experto financiero del régimen nacionalsocialista y miembro de las SS, se encargó durante la guerra de extorsionar a comerciantes judíos en Ámsterdam para financiar a las fuerzas armadas. Tras la derrota de Alemania, huyó a Argentina, donde se recicló como empresario hasta su muerte en 1978.
El cuadro perteneció originalmente al marchante judío holandés Jacques Goudstikker, quien junto a su familia debió huir de la persecución nazi y perdió la mayoría de su valiosa colección, reafirmando así un sombrío legado de robo y apropiación artística durante el conflicto bélico. Desde entonces, múltiples piezas han sido recuperadas en distintos países, pero esta obra permanecía desaparecida hasta ahora.
Tras su restitución formal a la justicia, la obra permanece en un depósito acondicionado para su preservación mientras se definirá legalmente su destino. La familia de Goudstikker reclama su propiedad legítima, lo que implica un nuevo capítulo en la búsqueda de justicia histórica para los bienes saqueados durante el nazismo.
Este caso resalta la importancia de la vigilancia internacional y la cooperación judicial para recuperar el patrimonio cultural robado y honrar la memoria de las víctimas del régimen nazi. La investigación continúa abierta, con la esperanza de que otras obras extraviadas puedan regresar a sus legítimos dueños.