El ruido excesivo generado por escapes libres o modificados en motos, autos y camiones provoca un creciente impacto negativo en la salud pública, alertan especialistas y estudios recientes. A pesar de la existencia de leyes nacionales y provinciales que prohíben estos ruidos, la problemática persiste con niveles sonoros que pueden superar los 110 decibeles, equivalentes a sirenas o fuegos artificiales, y que muestran una preocupante correlación con riesgos cardiovasculares y daños neurológicos.
Un operativo de control nocturno llevado a cabo en La Plata se saldó con el secuestro de 16 motos por ruidos molestos, evidenciando el reclamo constante de vecinos afectados por la contaminación auditiva. Mar del Plata se sumó con una ordenanza que prevé multas y secuestro de vehículos con escapes que generan explosiones multada con multas y secuestros. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, alrededor de 2.000 vehículos fueron rechazados en la Verificación Técnica Vehicular debido a altos niveles sonoros.
La contaminación auditiva, definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se vuelve nociva a partir de los 75 decibeles, mientras que exposiciones superiores a 85 decibeles pueden causar daño auditivo permanente. Expertos en otorrinolaringología remarcan que el ruido agudo e impulsivo, como el producido por escapes con “cortes”, puede causar hipoacusia, acúfenos, irritabilidad, ansiedad y trastornos del sueño. María Fernanda Tieso, especialista y docente universitaria, explica que el tiempo de exposición tolerable se reduce drásticamente con aumentos mínimos de decibeles, por ejemplo a 100 decibeles la dosis diaria de ruido se consume en apenas 15 minutos.
Además, estudios recientes publicados en la revista Circulation Research de la American Heart Association vinculan el ruido del transporte con un aumento del 3,2% en el riesgo de eventos cardiovasculares por cada 10 decibeles adicionales. Estos efectos adversos se deben a alteraciones en el sistema nervioso autónomo, inflamación, estrés oxidativo, hipertensión y cambios epigenéticos que afectan la función vascular.
La contaminación sonora también está asociada con deterioro cognitivo, aumento de riesgo de demencia y efectos negativos en la salud mental como depresión, ansiedad e irritabilidad. En niños, la exposición crónica a altos niveles de ruido disminuye la capacidad de concentración y el rendimiento académico, reflejando un problema de salud pública integral.
Aunque existen ordenanzas en municipios como General Pueyrredón, Trenque Lauquen y General Villegas para controlar escapes no homologados, la mayoría no aplica monitoreos estrictos. En el conurbano bonaerense, donde más se siente el problema, pocos municipios actúan efectivamente. Esta situación exige mayor compromiso institucional y políticas integrales para reducir esta fuente de contaminación poco visible pero con consecuencias graves para la población.