El lunes posterior a la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, la vicegobernadora santafesina Gisela Scaglia abrió una polémica al proponer desde un grupo de WhatsApp que el PRO rediscutiera su papel en la coalición electoral, buscando una estrategia más independiente de La Libertad Avanza (LLA), el partido de Javier Milei. Esa propuesta generó incomodidad entre quienes participaron del armado bonaerense y sembró dudas sobre el balance de la alianza.
Dentro del PRO, la discusión es clara: “Hemos sido estafados”, disparó un dirigente cercano a Mauricio Macri, expresando el malestar por cómo se gestionó la campaña y la pérdida de identidad del partido tradicional, que compitió bajo una alianza y un color violeta muy marcados por la impronta libertaria.
El análisis sobre el resultado no es unánime. Un sector ve la parte negativa: sólo siete bancas de las doce en juego se consiguieron; otros sostienen un balance positivo al recordar que partían de encuestas desfavorables y que superar esas expectativas ya fue un logro.
Sin embargo, la autocrítica apunta a errores operativos y de fiscalización durante la campaña, con problemas económicos y dificultades para impulsar un discurso que captara la épica electoral necesaria en un momento tan polarizado y atípico.
En paralelo, la relación con Milei tensiona el panorama político. Mientras algunos defienden el pacto electoral, advirtiendo que romperlo les entregaría ventaja al peronismo, otros prefieren analizar caminos alternativos para 2027, vislumbrando que la alianza con La Libertad Avanza no ha dado los resultados esperados.
Los desencuentros se reflejan en gestos y mensajes cruzados, con el expresidente Macri observando la escena con cautela y sin apoyar públicamente a los candidatos de la alianza. Por su parte, el propio Milei mantiene un discurso firme, y en sus redes sociales luce acompañado por dirigentes y candidatos que exhiben el color violeta característico de La Libertad Avanza, con consignas contrarias al kirchnerismo.
El escenario bonaerense refleja la complejidad de un país en reconfiguración política profunda, donde viejas estructuras enfrentan nuevos liderazgos libertarios que desafían la hegemonía tradicional con discursos de ruptura.
De cara a las elecciones nacionales de octubre, el PRO afronta tensiones internas que exigirán definiciones sobre su identidad y alianzas en un contexto donde la dispersión del voto y la diversidad de opciones juegan un rol clave en el futuro político.