Pérdida de la audición: qué saber y cómo actuar

La audición es uno de los sentidos que más influye en nuestra manera de relacionarnos. Su deterioro, aunque suele ser progresivo y silencioso, repercute profundamente en el bienestar.

Por  María Agustina Leiro, Licenciada en Fonoaudióloga (M.P. 8343) – GAES

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 5 personas presenta algún grado de dificultad auditiva y, para 2050, se estima que más de 700 millones necesitarán tratamiento especializado.

Esta cifra va en aumento debido a cambios demográficos y a hábitos de escucha peligrosos, como el uso de volúmenes excesivamente altos al oír música.

Lo que muchas veces comienza como un zumbido leve en los oídos o la necesidad de subir el volumen de la televisión puede evolucionar en una pérdida auditiva que impacta directamente en la calidad de vida.

La audición es uno de los sentidos que más influye en nuestra manera de relacionarnos. Su deterioro, aunque suele ser progresivo y silencioso, repercute profundamente en el bienestar.

Hablar de pérdida auditiva no refiere solo a un sentido que falla: es hablar de comunicación, relaciones e independencia. La buena noticia es que, con prevención y detección temprana, hoy existen soluciones que permiten seguir escuchando la vida en toda su plenitud.

Tres tipos principales de pérdida auditiva: ¿qué debemos saber?

Según el punto en que falle la recepción o transmisión del sonido, las causas pueden variar. 

– Conductiva. Se origina en el oído externo o medio, responsable de transmitir el sonido al oído interno. Puede deberse a tapones de cera, infecciones, malformaciones congénitas o incluso a la otosclerosis (crecimiento óseo anormal). En algunos casos, puede resolverse con medicación o cirugía.

– Neurosensorial. Es el tipo más común y afecta al oído interno o al nervio auditivo. Sus causas más frecuentes son el envejecimiento (presbiacusia), la exposición a ruidos intensos, traumatismos o ciertos medicamentos ototóxicos. Aunque es irreversible, los audífonos digitales de última generación —e incluso los implantes cocleares— pueden compensar el déficit y devolver una calidad auditiva notable.

– Mixta. Combina daño conductivo y neurosensorial. Es más compleja de tratar y requiere un abordaje multidisciplinario.

Grados

Más allá del tipo, también importa el grado: leve, moderada, severa o profunda. Cada categoría determina cuánto se ve afectada la vida diaria de una persona. No es lo mismo perderse sonidos suaves que no poder seguir una conversación normal o solo percibir ruidos muy fuertes.

Los factores de riesgo son múltiples: edad, genética, exposición crónica al ruido, infecciones o enfermedades metabólicas como diabetes e hipertensión. Aquí reside un aspecto clave: muchas de estas causas pueden prevenirse o al menos controlarse.

El impacto real de la cotidianeidad

La pérdida auditiva reduce de manera significativa la calidad de vida: dificulta la comunicación, genera problemas emocionales como ansiedad o depresión, incrementa el aislamiento social y afecta la seguridad física y el bienestar mental. Puede implicar desde la pérdida de oportunidades laborales hasta una mayor desconexión social.

En EE.UU., más del 55% de las personas mayores de 75 años sufre este trastorno discapacitante, y la falta de tratamiento acelera el deterioro cognitivo y la demencia.

La OMS estima que el costo mundial de la pérdida auditiva no tratada asciende a 750 mil millones de dólares anuales, lo que refleja la magnitud de un problema que aún se subestima.

Cuidar tu audición es cuidar tu vida.

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