La guerra comercial de Donald Trump con China llevó a Pekín a suspender la compra de soja a EE. UU. Argentina y Brasil se han beneficiado al convertirse en sus principales proveedores, mientras agricultores estadounidenses sufren la crisis.
La guerra comercial de Donald Trump con China llevó a Pekín a suspender la compra de soja a EE. UU. Argentina y Brasil se han beneficiado al convertirse en sus principales proveedores, mientras agricultores estadounidenses sufren la crisis.
El sector agrícola estadounidense atraviesa su peor crisis en años. La decisión de China de suspender la compra de soja en represalia por los aranceles proteccionistas impuestos por la administración de Donald Trump ha golpeado duramente a los agricultores. Mientras crece la tensión en el “cinturón sojero” de Estados Unidos, los países sudamericanos, principalmente Argentina y Brasil, han aprovechado la oportunidad para consolidarse como proveedores clave del gigante asiático.
La crisis se desató en mayo, cuando China, el principal cliente del sector, detuvo la adquisición de soja estadounidense y redireccionó sus compras hacia otros países. Hasta el año pasado, China absorbía cerca de una cuarta parte de toda la soja producida en EE. UU., un mercado que representaba u$s12.500 millones de los u$s24.500 millones exportados. La medida ha generado una profunda preocupación entre los agricultores norteamericanos.
La administración de Xi Jinping impuso una tasa de hasta 34% a la soja estadounidense, lo que encareció el producto frente a la producción sudamericana. La medida, que también afectó a otros cultivos como el sorgo, el maíz y el algodón, provocó que los productores de EE. UU. perdieran su mercado más rentable de exportación.
Caleb Ragland, directivo de la Asociación Americana de la Soja, advirtió que el temor no se limita a la cosecha actual, sino que pone en duda la “sustentabilidad del negocio a largo plazo” si no se restablece el vínculo comercial con Pekín. Jim Sutter, director ejecutivo del Consejo de Exportación de Soja de EE. UU., expresó su preocupación: “Honestamente, me preocupa que se esté acabando el tiempo”, dijo, aludiendo a que la cosecha ya está en marcha sin una solución a la vista.
A pesar de cuatro rondas de negociaciones bilaterales entre mayo y septiembre, el capítulo agrícola sigue sin avances. La Casa Blanca deslizó la posibilidad de un nuevo paquete de ayuda para compensar las pérdidas, similar al aplicado en la primera presidencia de Trump, con millonarias transferencias directas. Sin embargo, buena parte de los productores rechazó esa alternativa. “No queremos pagos de ayuda, queremos trabajar. Lo peor que podríamos desear es una limosna”, sostuvo Brian Warpup, un agricultor de cuarta generación en Indiana.
Mientras los agricultores del cinturón sojero norteamericano presionan a la Casa Blanca, Argentina y Brasil se han consolidado como los grandes beneficiados de la guerra comercial. Ambos países han ampliado sus exportaciones de poroto y derivados de soja al mercado chino, en el marco de la estrategia de diversificación de proveedores de Pekín para garantizar su seguridad alimentaria. La situación es un reflejo de que la política proteccionista de Trump ha tenido un costo no solo para los agricultores estadounidenses, sino también para la diplomacia comercial del país.
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