El cuerpo médico forense detalló que las lesiones sufridas por Grillo incluyen una herida contuso compleja en el rostro, fractura expuesta de cráneo en regiones frontotemporoparietales, hematomas subdural y epidural, y que requirieron múltiples cirugías y largas internaciones en terapia intensiva, con secuelas neurológicas de extrema gravedad.
En la investigación se utilizaron imágenes aportadas por organismos de derechos humanos, medios de prensa y la Gendarmería.
El análisis visual permitió identificar a Guerrero, quien vestía uniforme en tono caqui y tenía la leyenda “Picha” en el casco, siendo uno de los dos agentes de su sección equipados con esa pistola especial.
La jueza rechazó el argumento de Guerrero sobre una supuesta reducción de visibilidad por humo y agua de los hidrantes, ya que las imágenes muestran claramente que el disparo fue realizado con plena visibilidad y directamente hacia los manifestantes.
Guerrero no era un agente novel ni inexperto; contaba con diez años de servicio y se desempeñaba como instructor de tiro en la Sección de Empleo Inmediato, con cursos específicos para el manejo de las armas que utilizó.
Se comprobó que, además del disparo que alcanzó a Grillo, el cabo efectuó otros cinco disparos prohibidos durante la misma jornada, a las 17:14, 17:16, entre 17:17 y 17:18, 17:20 y 17:22 horas.
Este procesamiento se suma al debate nacional sobre el uso de la fuerza durante manifestaciones y la protección de trabajadores de prensa en esos contextos.