Con 355 votos a favor y 247 en contra, la Eurocámara aprobó una medida que impide llamar “hamburguesa”, “salchicha” o “filete” a alimentos que no contienen carne animal, en defensa del etiquetado claro y el sector ganadero.
Con 355 votos a favor y 247 en contra, la Eurocámara aprobó una medida que impide llamar “hamburguesa”, “salchicha” o “filete” a alimentos que no contienen carne animal, en defensa del etiquetado claro y el sector ganadero.
El Parlamento Europeo dio un paso fundamental en la regulación de los productos alimenticios al aprobar este miércoles un proyecto que limita el uso de términos tradicionalmente asociados a la carne para productos de origen vegetal.
La iniciativa fue respaldada con 355 votos a favor y 247 en contra en una sesión plenaria celebrada en Estrasburgo, aunque todavía debe negociarse con los 27 Estados miembros para convertirse en ley definitiva.
La propuesta, impulsada por la eurodiputada conservadora alemana Céline Imart, busca garantizar “transparencia y claridad para el consumidor” y reconocer el trabajo de los ganaderos europeos.
En ese sentido, la asociación francesa Interbev celebró la votación al considerar que las denominaciones cárnicas aplicadas a productos vegetales generan “confusión” y diluyen el valor de un producto bruto y “100% natural” como la carne.
Sin embargo, la iniciativa enfrenta críticas de distintos sectores. Anna Strolenberg, eurodiputada ecologista, acusó al “lobby cárnico” de obstaculizar la innovación en la industria alimentaria y planteó que en vez de centrarse en prohibiciones, se debería apoyar a los ganaderos con mejores contratos e ingresos.
Asimismo, organizaciones como la Unión Vegetariana Española expresaron preocupación porque la medida podría frenar la innovación y dificultar la transición hacia dietas más sostenibles y saludables.
Una encuesta realizada por la Organización Europea de Consumidores (BEUC) en 2020 reveló que casi el 70% de los consumidores europeos comprenden las denominaciones como “hamburguesa” o “salchicha”, incluso cuando se aplican a productos vegetales, siempre que se etiqueten claramente como veganos o vegetarianos.
Por este motivo, algunos grupos consideran que la prohibición no responde a una confusión real sino a intereses sectoriales contrapuestos.
El crecimiento del consumo de productos vegetales que imitan la carne se ha quintuplicado desde 2011, motivado por preocupaciones sobre la salud, el bienestar animal y el impacto ambiental.
En paralelo, la ganadería sigue siendo un sector influyente, responsable de altos niveles de emisiones de dióxido de carbono, un factor clave en el calentamiento global.
El debate en torno a esta regulación refleja tensiones entre la defensa de las tradiciones agroalimentarias y las demandas emergentes por alternativas alimenticias más sostenibles.
El resultado final dependerá de las negociaciones que se desarrollen ahora en el Consejo y la Comisión Europea, donde se prevé encontrar posiciones diversas entre los Estados miembros.
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