El huracán Melissa ha escalado de tormenta tropical a categoría 5 en menos de dos días, convirtiéndose en el ciclón más potente del Atlántico y el más fuerte registrado en 2025. Este fenómeno extremo, que pone en alerta a Jamaica, Cuba y Bahamas, ejemplifica el impacto creciente del cambio climático en la intensidad y velocidad de fortalecimiento de los huracanes, según advierten múltiples estudios científicos recientes.
El aumento récord en las temperaturas del océano Atlántico, fruto de la acumulación del exceso de calor generado por actividades humanas, proporciona un combustible energético sin precedentes para tormentas tropicales. El huracán Melissa alcanzó ráfagas superiores a los 260 kilómetros por hora, avanzando lentamente y generando riesgos elevados por lluvias intensas, inundaciones y marejadas ciclónicas.
Especialistas, como Matilde Rusticucci del Conicet y Akshay Deoras de la Universidad de Reading, coinciden en que el calentamiento de las capas superficiales y profundas del océano alimenta estas tormentas con más vapor de agua, aumentando su violencia y capacidad destructiva. Este patrón de intensificación rápida era poco común hace tres décadas pero hoy se repite con frecuencia alarmante, en sintonía con el aumento sostenido de la temperatura marina y los cambios en la circulación atmosférica.
El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos advirtió sobre daños catastróficos y la necesidad de permanecer en refugios, ya que el sistema meteorológico impactará gravemente a las regiones caribeñas afectadas.
Este evento climático extremo ratifica las advertencias científicas sobre cómo el cambio climático está modificando el clima global, incrementando la frecuencia, la intensidad y la duración de los huracanes, y con ello, elevando el riesgo para las comunidades costeras y su infraestructura vital.