Gloria Romero pisó nuevamente la tierra de Resistencia esta mañana, con la mirada firme y el peso invisible de los últimos dos años de exilio forzado. Llegó en silencio, escoltada por la protección policial que le garantiza una frágil seguridad ante las amenazas constantes. A su lado, su hija Ángela, silente y cubriendo el rostro con una capucha, comparte el mismo miedo y la misma determinación.
Este no es un viaje cualquiera. Es la antesala a un juicio que promete romper el muro del silencio que envolvió el femicidio de Cecilia Strzyzowski. Gloria será la primera en hablar ante un jurado popular, narrando una historia marcada por el horror, la pérdida y la lucha por la verdad, contra el clan Sena y quienes encubrieron su crimen.
En la llegada al aeropuerto, un abrazo fugaz entre desconocidas, un “Fuerza Gloria” que pesa más que las palabras. Gendarmería custodia cada movimiento, mientras la memoria de Cecilia se impone en el aire, en cada rincón del trayecto hacia un hotel en el centro que será su refugio temporal.
El recuerdo de Cecilia —esa despedida, el tacto de un buzo rosa, la felpita suave que Gloria acarició al verla— se repite en la mente de su madre con una nitidez desgarradora. Nada quedó de aquella noche trágica; solo cenizas, hollín, un mechón de cabello. Y un hambre insaciable de Justicia.
El juicio congregará a 12 jurados y más de 50 testigos que delinearán una trama de violencia, encubrimientos y amenazas. Gloria sabe que enfrentará a los acusados, pero pidió que personas como Emerenciano Sena y Marcela Acuña no estén presentes en su declaración para evitar un colapso emocional.
Durante años, las amenazas no cesaron. Las estrategias de miedo buscaban silenciarla, proteger a un clan que no mostró arrepentimiento. Pero la determinación de Gloria se convirtió en un faro: “Sin perpetua no hay Justicia”, sostiene, como un mantra que será la columna vertebral del debate.
La Cámara donde se seleccionará el jurado es ahora un escenario donde se juega no solo una sentencia, sino la esperanza de que la violencia de género sea enfrentada con la contundencia que Chaco y la Argentina reclaman.
Gloria sabe que la batalla apenas comienza. Pero también que traer a Cecilia a la memoria colectiva, más allá de los horrores de aquella noche, es un acto de resistencia. “Quiero que la recuerden como nuestro ángel protector, con alas y corona, abrazando a su hermana,” confiesa con la voz quebrada pero inquebrantable.
Y con esa imagen como estandarte, se abre el telón del proceso judicial más esperado, donde la búsqueda de verdad será tan intensa como el dolor que los Sena intentaron extinguir.