China enfrenta una crisis demográfica histórica tras décadas de su controvertida política de hijo único

China enfrenta una profunda crisis demográfica que resulta de décadas de su política de hijo único, con consecuencias que incluyen un marcado envejecimiento poblacional, una baja histórica en la tasa de natalidad y un desequilibrio social de género. A pesar de los intentos recientes por flexibilizar las restricciones y fomentar la natalidad, el país observa …

Desde 1979, China implementó la llamada Política de Hijo Único con el propósito de controlar su rápido crecimiento poblacional y fomentar el desarrollo económico. Sin embargo, esta medida tuvo consecuencias profundas y duraderas que el país hoy reconoce como un error fatal sin vuelta atrás. Bajo esta política, las familias urbanas estaban limitadas a un solo hijo, con incentivos para cumplir la norma y castigos severos, incluyendo multas elevadas y, en algunos casos, prácticas extremas como esterilizaciones y abortos forzados.

Esta restricción llevó a un desequilibrio demográfico y social, con un marcado predominio masculino en la población, casos de infanticidio selectivo contra niñas y un notable envejecimiento poblacional. Con más del 18% de la población mayor de 60 años y una tasa de fecundidad que descendió a 1,09 hijos por mujer en 2022, China ha dejado de ser el país más poblado del mundo, superada por India en 2023.

Intentos posteriores de flexibilizar la política, primero permitiendo dos hijos y luego eliminando todo límite en 2021, no han revertido la tendencia de caída en la natalidad y envejecimiento poblacional. El cambio cultural, donde cada vez más jóvenes priorizan su desarrollo profesional y retrasan o evitan la maternidad, junto con los altos costos económicos y sociales de criar hijos, dificultan revertir esta situación.

Hoy, China enfrenta un desafío vital para su futuro económico y social, con una población activa que decrece frente a una población pasiva en aumento. Las medidas estatales actuales, como subsidios y ampliación de licencias por maternidad y matrimonio, buscan incentivar la natalidad, pero la evidencia hasta ahora muestra que estos cambios llegan tardíamente para frenar la profundización de una crisis demográfica histórica.

Este giro refleja un dramático cambio de rumbo después de décadas de control férreo sobre la reproducción y advierte sobre las complejas consecuencias que puede tener la intervención estatal en las dinámicas poblacionales a largo plazo.

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