Desde su ascenso entre la alta sociedad porteña hasta su caída como una de las criminales más infames de Argentina, Yiya Murano tramó fraudes y asesinatos con frialdad extrema, dejando un legado de terror y misterio que aún hoy fascina y horroriza.
Desde su ascenso entre la alta sociedad porteña hasta su caída como una de las criminales más infames de Argentina, Yiya Murano tramó fraudes y asesinatos con frialdad extrema, dejando un legado de terror y misterio que aún hoy fascina y horroriza.

Conocida como la “envenenadora de Monserrat”, Yiya Murano vivió una vida marcada por el engaño, el asesinato y el mito que aún perdura en la memoria colectiva argentina. María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano nació en 1930 en Corrientes, pero su ambición la llevó a la gran ciudad, Buenos Aires, donde buscó borrar las huellas de su origen para instalarse en un mundo de opulencia, amantes y engaños.
Aunque obtuvo el título de maestra, las letras nunca fueron su destino. En cambio, se dedicó a la usura, prometiendo a amigas y conocidas retornos imposibles de inversiones en mercados financieros. Esta red de estafas, diseñada bajo la sombra de la “plata dulce” de finales de los setenta, comenzó a tambalear cuando las deudas se hicieron impagables.

El 11 de febrero de 1979, Yiya decidió acelerar su macabro plan. Usando cianuro, comenzó a eliminar a sus acreedoras con un modus operandi diabólicamente simple y frío: el ritual del té con masitas. Lo que parecía un gesto de amistad y confianza era, en realidad, una trampa mortal. Sus primeras víctimas fueron Nilda Gamba de Lardone y Lelia Formisano Ayala, cuyas muertes fueron inicialmente disfrazadas como ataques cardíacos, gracias a certificados de defunción adulterados por un médico cómplice. La tercera víctima, su prima Carmen “Mema” Del Giorgio, murió tras una autopsia que reveló el veneno, confirmando el patrón criminal.
La investigación policial fue ardua, pero crucialmente el portero del edificio vio a Yiya llevando las masitas a la primera víctima y luego retirándolas, un detalle que apuntó directo a la culpabilidad de Murano. Fue detenida en abril de 1979, pero no fue hasta 1985 cuando fue condenada a prisión perpetua por los tres homicidios y por estafa.
Sin embargo, el castigo no fue definitivo. En 1995 salió de la cárcel tras trece años bajo custodia, por una reducción de la pena y la aplicación de la ley del “dos por uno”, gesto que acompañó enviando bombones como gesto de agradecimiento a los jueces que la liberaron.
Murano nunca admitió su culpabilidad. En su vejez, negaba incluso que sus víctimas hubiesen fallecido por envenenamiento, y no dudaba en instrumentalizar su triste fama para alimentar su presencia mediática. Apareció en programas emblemáticos, como la “mesa de Mirtha Legrand”, donde incluso ofreció masitas envenenadas, con una ironía que heló a sus interlocutores.
Su hijo Martín Murano, actor y escritor, contó públicamente la terrible historia familiar y denunció los intentos de Yiya de incluso acabar con su vida. Años después, vendió el juego de té usado en los crímenes en una subasta, luego donó las ganancias a un refugio para animales.
Yiya Murano murió en 2014, pero su historia sigue siendo un oscuro y fascinante capítulo de la criminalidad argentina, donde la traición, la ambición y el frío cálculo asesinando a amigas se presentan como legado indeleble.

Hoy se estrena en Flow la miniserie “Yiya”, que revive la historia de María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, la primera asesina en serie argentina condenada a cadena perpetua. Conformada por cinco episodios, la producción se adentra en los oscuros secretos y la psicología perturbadora de “la envenenadora de Monserrat”. Protagonizada por Julieta Zylberberg y Cristina Banegas, la serie combina reconstrucción histórica y drama para mostrar la vida de una mujer que engañó, estafó y asesinó a sus amigas utilizando cianuro, dejando una huella imborrable en la historia criminal del país. El estreno promete atrapar a los espectadores con un relato intenso sobre un caso real que marcó un antes y un después en la justicia argentina.
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