Bernarda Iudica transforma la experiencia gastronómica con Studio Be, un proyecto único que invita a crear comidas personalizadas, llenas de sabor, emoción y encuentros inolvidables.
Bernarda Iudica transforma la experiencia gastronómica con Studio Be, un proyecto único que invita a crear comidas personalizadas, llenas de sabor, emoción y encuentros inolvidables.

Ella viene de una familia amante de la cocina, de chiquita jugaba a tener un programa de cocina con su papá. A los 10 años aprendió a limpiar su primer pescado. Estaba cantado, no había manera de que Bernarda no se dedicara a eso que siempre estuvo ahí para ella: la buena comida. Ella se define como una persona mandada, una kamikaze, una mujer multifacética.
Hoy, después de 10 años de experiencias y aprendizajes, se lanza a la cancha con su proyecto personal. Studio Be vino a revolucionar el servicio de catering gastronómico y darle otro sentido de dirección. En un mundo tan globalizado, cambiante y voraz, que corre y persigue la moda y define en la inmediatez, Bernarda Iudica invita a hacer una pausa en el bullicio genérico para desplegarse y abrir juego a algo único. Ella te recibe con el plato vacío; el contenido lo pones vos.
— ¿Cómo nació la idea de Studio Be y qué te motivó a crear este proyecto de comida hecha a medida?
— Studio Be es un proyecto de mi cabeza, básicamente, una apuesta mía por un cambio total y un salto en mi profesión para tomar un rol más ejecutivo y autogestivo, al menos en este proceso. Siempre noté que los proyectos como Studio Be suelen ser muy limitantes: meriendas, desayunos, cenas, algo corto en la propuesta. Para mí, el proyecto es hacer lo que vos querés, que tu deseo sea realidad, como una suerte de genio de Aladín. Yo te armo la mesa de ensueño con lo que quieras comer. Lo bueno de tener años de experiencia y ser una kamikaze es que yo mando las propuestas, pero la idea es que sea todo a tu medida, con lo que vos tengas o quieras. Si querés usar tu vajilla, la usamos; si querés nueva, la conseguimos acorde. Querés que sea para compartir o no, hay mil preguntas que me gusta respetar porque no me interesa imponer nada. Quiero que el cliente sea lo que desea, con su sueño y su imaginación. Cuando propongo algo, no quiero imponer, al contrario, eso requiere cintura porque a veces los pedidos son locos, pero el resultado queda cargado de emoción y el cliente queda satisfecho, que es lo que importa. No todas las mesas van a ser iguales, porque cada cliente es diferente.
— ¿Qué valorás más en la comida que preparás y en la experiencia que brindás? ¿Qué significa la comida para vos?
— Lo que valoro en la comida es la experiencia, es ese momento, ¿viste?, que ponés pausa a la vida y estás solamente disfrutando el momento, comiendo rico, tomándote un vino, disfrutando y riéndote. Para mí, la comida es como un paréntesis de la realidad. Como en Ratatouille, que cuando prueba la frutilla con el queso, le salen todos los colores por arriba; cuando todo se alinea es una maravilla, a mí se me pone la piel de gallina, la verdad.
Como todo buen profesional, hay que hacer un gran camino de experiencias para llegar a los objetivos personales, y en Bernarda no fue la diferencia. Ella se dio el gusto de cocinar en los restaurantes que más la apasionaban; también cocinó con su papá Mariano Iudica en la tele con Iudica al Dente y en Canal 13 con Cucinare, hasta que luego migró en busca de nuevos sabores a las costas mediterráneas, a donde fue “impulsada por la curiosidad que guía a cualquier cocinero”.
— Decime tres cosas positivas que encuentres en la gastronomía de Barcelona que en Argentina no, y viceversa
— La gastronomía como negocio tiene sus complicaciones, pero en España, especialmente en Barcelona, el cocinero recibe mejor pago y más respeto que en Argentina. Acá, el cocinero suele tener una imagen más dura y menos honorable, lamentablemente. En cuanto a horarios y días libres, en Argentina es impredecible y se explota mucho, lo que termina cansando y afectando la vida. En cambio, allá respetan más esos aspectos, pero a veces se pierde esa pasión y el sabor especial de disfrutarlo todo con amor. En Argentina, el sentido de pertenencia es fuerte: el cliente es casi parte de la casa, conociendo sus gustos y nombre, algo que yo valoro mucho y trato de mantener. Sería ideal fusionar lo mejor de ambos lugares.

— ¿Hay algún ingrediente, técnica o estilo local que te haya inspirado especialmente?
— Me gusta mucho el mar desde siempre: estar en la playa, pescar y trabajar el pescado, limpiarlo y porcionarlo. Ese momento es como zen para mí, disfruto mucho ese rol. De España me encantó la parte de los arroces, especialmente las paellas, que acá se entienden muy a la ligera, pero en realidad es un mundo aparte con muchas técnicas y muy difícil hacer un buen arroz. Me parece una especialización dentro de la cocina que está buenísima. También admiro los restaurantes plant-based o veganos como Chui o Sampa, que hacen cosas espectaculares. Aunque soy carnívora, me sorprende ese poder de creación y me interesa mucho. Lo mejor de esta profesión es que nunca dejás de aprender; siempre hay alguien que sabe más, y eso es lo bueno, una fuente inagotable de conocimiento.
— ¿Quiénes son tus cocineros preferidos?
— Cocineros favoritos, preferidos, tengo varios. En realidad no tengo ninguno preferido así, tipo fan, pero sí varios cuya labor me impresiona mucho. De Argentina, Dolli Irigoyen; yo la amo de toda la vida. Siempre quise ser Dolli Irigoyen, desde chiquita que miraba El Gourmet, ella me parece maravillosa. Me parece que hay muchísimo talento en el mundo gastronómico, es una locura. Y después, bueno, mis cocineros favoritos son mi abuelo Miguel, mi mamá y mi papá; ellos son, sin duda, mis favoritos.
— ¿Qué es lo más lindo que te puede decir alguien que pruebe tu comida?
— Que cocino como una abuela, una madre, un padre, como hacer que alguien conecte con la memoria emotiva. Eso es un halago para mí increíble. Cruzarme con alguien de hace mucho tiempo y que me diga, “Ay, vos me hiciste comer tal cosa,” y que se acuerde del plato. Eso también me parece un halago precioso porque es como una marca que uno generó. Cuando veo que cierran los ojos y hacen una expresión impresionante, como un pequeño bailecito cuando comen algo rico, eso para mí hace que valga la pena todo. Más allá de la plata, de la propina, de lo que sea; eso hace que valga la pena, que se te acerquen a la cocina, te agradezcan y te digan, “Gracias, la pasé increíble, comí hermoso.”
Con toda la pasión, la energía, el carácter y, sobre todo, su peculiaridad, Bernarda ofrece en su nuevo proyecto nada más y nada menos que esto que cuenta: puro amor por la rica comida, esa que nos traslada a lugares y que nos llena de emociones. La comida como eje de unión, del compartir y del disfrute.
— ¿Qué tipo de clientes o situaciones buscas atender con Studio Be?
— A todos y a todas que les interese. Es un poco ambicioso, pero dentro de lo viable, todos. Últimamente estamos llevando adelante desde producciones de fotos para marcas hasta eventos, cenas o citas especiales; si querés armar algo rico y único, bueno, Studio Be está para salvarte. Nosotros nos ocupamos de todo: prepararte la comida para que la sirvas o incluso encargarnos del servicio completo. Para mí, todos los clientes son futuros clientes, y todas las propuestas son bienvenidas. También hacemos asesorías para restaurantes y formación de equipos, aunque no es el foco ahora, lo veo para el futuro. El concepto es sólido y amplio, y buscamos ante todo situaciones divertidas y personalizadas, sin repetir siempre lo mismo, porque en la vida hace falta tener estímulo. La idea es que cada propuesta sea única y a medida, y que el cliente disfrute, coma rico y viva una gran experiencia, mientras yo también lo disfruto y cocino con todo mi corazón, que es lo que amo hacer.

Parte de la nueva generación de artistas culinarios que parió Buenos Aires, Bernarda es, sin duda, una pieza inspiradora. Con el foco puesto en los platos que nos han hecho amar la vida, Bernarda Iudica le da un giro y devuelve una propuesta dónde vos tambien sos parte dándole vida y alma al plato que siempre soñaste.
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