“Le voy a cagar la vida”: el bullying detrás del suicidio de un alumno UBA

La trágica muerte de un estudiante de la UBA tomó un giro judicial tras el hallazgo de chats explícitos de acoso, que revelan un patrón de bullying sistemático en el ámbito académico. Frases como “le voy a cagar la vida” son la prueba central que ahora investiga la Justicia.

La evidencia que reescribe la cronología del suceso

 

El suceso, inicialmente reportado como un suicidio, se ha transformado en un caso penal que tiene como foco la violencia psicológica sostenida que sufrió la víctima, identificada como Alan, estudiante de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB). La investigación comenzó a reorientarse tras el análisis de los elementos digitales que el joven dejó, donde se halló un caudal de mensajes que evidencian el hostigamiento al que era sometido por, al menos, otro compañero de estudio.

El detalle de la investigación judicial apunta a que los chats no eran meros desencuentros, sino una campaña deliberada de acoso con el objetivo de dañar y desestabilizar a la víctima. La gravedad de las amenazas, que incluían explícitas intenciones de arruinar la vida y el desarrollo académico de Alan, sitúan el caso en una dimensión penal mucho más seria. La fiscalía analiza la posibilidad de que el hostigamiento haya sido la causa directa que empujó al joven a tomar la fatídica decisión, un extremo que la Justicia intenta corroborar a través de la secuencia de los hechos.

El silencio institucional y la instigación al suicidio

 

Este lamentable episodio expone la problemática del bullying y el ciberacoso en instituciones que, como la UBA, son percibidas como ambientes de madurez intelectual y profesional. La investigación ahora indaga en la posible existencia de una responsabilidad institucional por omisión o por la ausencia de protocolos eficaces para detectar y frenar estas agresiones entre pares. Las autoridades de la FFyB emitieron un comunicado lamentando el hecho y ofreciendo apoyo, pero el debate se centra en por qué estas amenazas sistemáticas no fueron detectadas a tiempo por la estructura académica.

La figura de la instigación al suicidio es compleja de probar, ya que requiere establecer un vínculo causal directo entre la acción del agresor y la decisión final de la víctima. Sin embargo, el contenido explícito y la reiteración de las amenazas en los chats se presentan como la prueba documental fundamental para avanzar en la causa. Este caso no solo busca justicia para Alan, sino que también establece un precedente crucial para la concientización sobre la violencia digital en el ámbito universitario, obligando a repensar las redes de contención psicológica dentro de la educación superior.

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