Emilia Mazer se reinventa en el escenario con “Las de Siempre, un chat de amigas”, un unipersonal que aborda con humor y sensibilidad la realidad y desafíos del amor, la amistad y la identidad femenina en la actualidad.
Emilia Mazer se reinventa en el escenario con “Las de Siempre, un chat de amigas”, un unipersonal que aborda con humor y sensibilidad la realidad y desafíos del amor, la amistad y la identidad femenina en la actualidad.

A días de estrenar “Las de Siempre, un chat de amigas”, Emilia Mazer atraviesa un momento de renovación artística. El proyecto, nacido de una idea propia y potenciado por la pluma y el humor de Vero Lorca, la acerca por primera vez al desafío de un unipersonal atravesado por temas que hoy atraviesan a las mujeres: el amor en tiempos de apps, los vínculos adultos, los mandatos que caen y la risa como refugio. Con la sensibilidad que la caracteriza y la fuerza de un equipo creativo que describe como “power”, Mazer se entrega a un nuevo lenguaje escénico que la entusiasma y —según admite— la pone tan nerviosa como feliz.
— Emilia, el 3 de diciembre estrenas “Las de Siempre, un chat de amigas”. ¿Qué fue lo que más te interesó cuando recibiste el guión para decidir hacerlo en formato unipersonal?
En realidad, la idea original fue mía. Se me ocurrió, y pensé que la mejor persona para escribirla era Vero Lorca. La llamé con mi propuesta y enseguida se entusiasmó. Esto fue hace unos 4 años, cuando yo estaba en Carlos Paz, y mi idea era hacerlo allá. Le dije: “Tengo esta idea, ¿te interesa escribirlo conmigo?” y fue de una que nos juntamos, tiramos ideas y a los 2 meses ya estaba la obra escrita. Ella la trabajó junto con Ale Bavera y yo también aporté ideas y algunas cosas propias, pero la autoría es fundamentalmente de Vero.
Después apareció la dirección, que también asumió Vero, y la producción, que la tomó su pareja, Lucio. Mientras tanto me fui comprometiendo con obras como Perdidamente y La Ballena, por lo que recién ahora encontramos el momento para estrenarla. Es una comedia que no es dramática ni solemne. Habla de la mujer actual y de cómo nos relacionamos hoy, con humor, con ironía, con situaciones que nos atraviesan. Hago cinco personajes distintos, todas mujeres entre los 40 y los 60 y pico, con historias diferentes: algunas con hijos grandes, otras sin deseo de maternar, otras recién separadas, otras guardando ganas de volver a salir, hartas de los chongos, o listas para “volver a las pistas”.
— ¿Y cómo pensaron ese recurso narrativo de que, aunque es un unipersonal, aparezcan otras amigas del grupo de WhatsApp?
Eso fue idea de Vero y Ale. Yo solo tenía claro que quería hablar del amor y del sexo en mujeres grandes. Me interesaba ese universo porque históricamente hubo una idea de que “a cierta edad la vida se termina”, y no es así. Quería hablar del amor en tiempos de inteligencia artificial, donde muchas veces tenés que encontrar alguien por catálogo, con apps, perfiles y chats. Para mí es un mundo interesante porque soy de otra época, tengo mis preconceptos, pero me parece fascinante observarlo. Entonces surgió la pregunta: “¿Dónde se encuentran todos estos personajes?”, en un chat de amigas. Ese espacio donde las mujeres hablamos de todo: el amor, el sexo, las dudas, los miedos, lo que nos atraviesa. Y para darle más vida, se nos ocurrió sumar voces de actrices conocidas que representan a esas amigas. Así que van a escuchar a Luisa Albinoni, Fernanda Callejón, Sabrina Carballo, Pata Echegoyen, Mirta Wons, Male Pichot. Es un unipersonal, pero me armé un elenco soñado.

—¿Creés que el humor sigue siendo un puente para hablar de temas que pueden incomodar o abrir debates sobre la mujer a partir de cierta edad?
Sí, pero en nuestro caso no buscamos incomodar. Creo que es liberador, incluso para mí: yo no uso ciertas palabras en mi lenguaje diario, pero desde los personajes puedo decir cualquier cosa. Al principio me daba vergüenza leer el texto en voz alta, pero cuando entré en los personajes, pude dejarme llevar. Es un humor que no es ácido; a veces es irónico, pero sobre todo es un humor que se ríe de uno mismo. Con Vero y Ale nos reímos de nosotras escribiendo la obra. Hay anécdotas propias y de amigas que están “disfrazadas” en la historia. No es solemne ni pretende bajar línea: la obra hace pensar, pero el pensamiento aparece después, cuando salís del teatro y te vas a cenar o a charlar con amigas.
— Qué fundamental, Emilia. En estos tiempos, un espacio para reírnos es espectacular
Es necesario. Hace mucho tiempo que no me pasaba sentir los nervios tan a flor de piel antes de un estreno. Y creo que tiene que ver con que este proyecto lo siento profundamente propio. Pero no propio desde un lugar individualista o solitario, sino todo lo contrario: propio desde lo colectivo. Para mí este equipo es “power”, como decimos nosotras: talentoso, comprometido, sensible. Y trabajamos de una manera tan amena, tan fluida, tan colaborativa, que todo el proceso fue, hasta ahora, que aún no estrenamos, una experiencia preciosa. Siento que lo mejor está por venir.
Y además, para mí es un territorio completamente nuevo. Nunca hice algo así, entonces me apoyo muchísimo en el trabajo que Vero está haciendo conmigo. Ella es una standupera de primer nivel, tiene una cabeza brillante para el humor, para el timing, para la observación. Es una excelente actriz, una maestra del humor, alguien que entiende profundamente cómo funciona un chiste, cómo entra una ironía, cómo se sostiene un ritmo.
—Es muy graciosa
Es muy graciosa y el texto que escribió es realmente excelente: inteligente, dinámico, filoso pero cálido a la vez. Entonces yo siento que con este proyecto no solo estoy haciendo algo nuevo, sino también permitiéndome aprender. Me estoy dando el permiso de incorporar algo distinto, de correrme de lo que la gente “espera” de mí, de probar una herramienta nueva en mi carrera. Y a esta altura de mi vida, descubrir que puedo seguir aprendiendo algo que me desafía, que me mueve, que me expone de otra manera me da adrenalina pura. Me hace sentir que estoy viva, creativa, en movimiento.

—¿Cómo te llevás vos, en lo personal, con la tecnología, las redes, WhatsApp y hasta las apps de citas?
Me tuve que aggiornar. Instagram lo tuve mucho después que el resto y me sirve sobre todo para mi trabajo: doy clases de actuación y ahí puedo comunicar horarios, actividades, estrenos. Cuando empecé a trabajar, la trayectoria era lo importante. Después pasó a ser más importante tener seguidores. En cuanto a las apps de citas creo que si yo no fuera una actriz conocida las usaría, pero es muy incómodo: doy clases, tengo alumnos. No puedo permitirme que un alumno me escriba por una app. Además, vengo de una generación que tuvo un exceso de decencia, colegio en dictadura, guardapolvo, nada de escotes. Soy medio hippie: me gusta lo natural, el encuentro casual. Pero no hablo en contra, a muchísimas amigas les funciona y me encanta.
—Vos preferís el cara a cara. Y hablando del pasado, ¿extrañas la época de las tiras diarias, tantas horas de grabación, o sentís que todo ya migró definitivamente a formatos cortos y series?
Extraño mucho la televisión y el cine. Para mí la inmediatez actual nos limita la comunicación, todo se volvió monosilábico, y eso empobrece lo emocional. Yo trabajé muchos años en la tele y aprendí muchísimo ahí. Me encanta la ficción: hice series en streaming, como Viudas Negras y ahora en la segunda temporada de En el Barro, pero extraño la telenovela clásica y el público también la extraña. Siempre me preguntan: “¿Cuándo vuelve la novela?”. Ese misterio de esperar el capítulo siguiente… hoy te maratoneas todo y listo. También extraño mucho el cine. Todavía sueño que me toque en esta etapa de mi vida algún gran papel que me movilice.
—Hagamos como que estamos en una reunión de producción y yo te digo, “¿qué papel te gustaría encarnar en la telenovela Prime Time de cualquier canal que elijas?” ¿Qué personaje sería tu ideal?
No lo tengo clarísimo, pero me gustan las abogadas, las villanas, las asesinas (que no es lo mismo que la mala). Me gustaría una mujer sabia, o una luchadora, alguien que marcó historia. Y si me preguntás por personajes reales: hice de Evita y me gustaría hacer de Isabel Perón, es un personaje para indagar, me moviliza.

—Y te doy vuelta a la pregunta. Si no fueras actriz, ¿en qué universo te encontrarías?
Bikini, playa, palmera, juguitos naturales… en una playa de agua calentita. O en una posadita estilo Mamma Mia, en Grecia o en Brasil. Me encanta el contacto con la gente. Fui camarera en Madrid, Londres, Pinamar y siempre sentí que eso tenía algo de actuación: el vínculo con el público. También me gusta pintar muebles, hacer velas. En España vendía velas en El Rastro de Jerez y en un local esotérico de un amigo. Este año volví a hacer velas y las regalo. Siempre fantaseo con dejar la actuación y vivir con menos estrés, pero creo que el desafío es encontrar el placer en lo que hago. Con Las de Siempre siento que se unen muchas cosas mías: lo personal, el humor, lo que quiero decir como mujer hoy. También siento que mi actividad docente me ordena: transmitir lo aprendido da sentido. Me hace salir del narcisismo de la carrera actoral y poner la energía en otros.
En cada respuesta, Emilia deja ver a una artista que no se queda quieta, que sigue preguntándose, explorando y apostando por lo que la mueve. Ya sea en el teatro, en la docencia o en la vida cotidiana, habla con una honestidad que conmueve y una frescura que se agradece. “Las de Siempre” llega en un momento en el que reír, escucharnos y mirarnos con ternura se vuelve imprescindible, y ella lo sabe. Por eso, más que un estreno, este nuevo proyecto se siente como una invitación: la de animarse a cambiar, a probar, a equivocarse y a volver a empezar. Una celebración del presente, de la amistad y de las historias que todavía quedan por contar.
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