La Unión Cívica Radical se encuentra en un momento definitorio. En ese sentido, la renovación de autoridades de nuestro Comité Nacional que se avecina está lejos de ser un mero trámite interno, sino que representa la oportunidad de sentar las bases de nuestra fuerza política, para poder construir y ofrecer una alternativa viable para la ciudadanía.
Todos sabemos que la Argentina atraviesa un período de profunda fragilidad, erosionado por una grieta que lleva el pensamiento y la acción a polos opuestos que se repelen, que se rechazan y que no dialogan. En este panorama, el radicalismo debe asumir la histórica responsabilidad de administrar los disensos y de aportar a la construcción de consensos. Para eso, necesitamos un radicalismo sólido, que sostenga las históricas banderas con visión de futuro.
La fortaleza institucional y la unidad deben ser el camino para recuperar la centralidad perdida y para enfrentar los nuevos desafíos. Los radicales debemos construir liderazgos capaces de dialogar de manera interna y externa. Sin lugar a dudas, es innegociable la defensa de nuestros principios históricos, de la libertad, la igualdad y la justicia social; porque se trata de mandatos irrenunciables que están presentes en nuestra Constitución Nacional, cuyo preámbulo sostiene nuestro sentido de pertenencia al radicalismo y al país en el que vivimos.Debemos ser claros: los intereses colectivos deben estar por sobre las ambiciones personales. No hay espacio para los proyectos individuales que ya sabemos que nos arrastran a la fragmentación.
La única constante es el cambio
Más que nunca, hoy necesitamos aggiornar nuestra agenda, y no los valores que representamos.
Asimismo, el radicalismo no puede ser de ninguna manera un eco del pasado: debe ser el espacio que nos motorice a la Argentina del futuro. Por eso, tenemos que formular proyectos a largo plazo que nos inserten en un mundo que se transforma por la tecnología, el clima y los cambios demográficos.
Esto exige una nueva energía para impulsar un programa que asegure la inversión y el desarrollo productivo, siempre bajo un esquema que garantice la equidad social y la distribución de oportunidades.
Debemos abocarnos a fortalecer nuestro partido para que sea el principal vehículo de esta transformación. Frente al gobierno de Javier Milei, la UCR tiene el deber de ser una oposición constructiva y con ideas superadoras.
Si bien el oficialismo goza de respaldos externos y ha capitalizado el cambio de clima político, el hartazgo social sigue vigente, porque su plan, basado en un ajuste fiscal extremo, ha demostrado ser insuficiente para garantizar una estabilización económica con desarrollo humano, descuidando peligrosamente las capacidades del Estado.
No podemos confundir el pragmatismo con el alineamiento
Desde el radicalismo, defendemos la necesidad de un orden fiscal y monetario, pero entendemos que la prosperidad de nuestra Nación se construye con todos los sectores adentro.
En ese sentido, el radicalismo dispone del capital político, la historia y, sobre todo, la sensatez para liderar este camino. La ciudadanía aún espera más de nosotros. Es el momento de dejar de lado las disputas sin sentido y de construir una alternativa que le devuelva la esperanza a la Argentina y la encamine hacia un ciclo sostenido de crecimiento económico, progreso social y calidad institucional.
Los radicales, a lo largo y a lo ancho del país, estamos llamados a construir una alternativa democrática y social.