Con más de 30 años en la radio argentina, Mario Portugal comparte su pasión por el medio, la evolución frente a las nuevas plataformas digitales y su compromiso con la enseñanza de la comunicación.
Con más de 30 años en la radio argentina, Mario Portugal comparte su pasión por el medio, la evolución frente a las nuevas plataformas digitales y su compromiso con la enseñanza de la comunicación.

Con más de tres décadas frente a un micrófono, Mario Portugal es una de esas voces que ya son parte de la historia de la radio argentina. Locutor nacional, periodista, docente y testigo de la evolución del medio, habla sobre los cambios que atravesó la radio, su vigencia, el impacto de los nuevos formatos digitales y la pasión por enseñar comunicación a las nuevas generaciones.
—Mario, más de 30 años de trayectoria en los medios de comunicación. Me gustaría arrancar por el principio y que me cuentes qué fue lo que te motivó para ingresar a la radio y dedicarte a esto profesionalmente.
Básicamente, como le debe ocurrir a mucha gente, ya en la escuela primaria o secundaria era el que preparaba los actos o armaba los periódicos escolares. Ahí uno ya se da cuenta por dónde va a ir. Cuando era adolescente tenía tres ideas: ser piloto de avión, ser médico o ser locutor. Elegí locución porque eran tres años y era la carrera más accesible en esa época. Mientras trabajaba como empleado bancario en el Banco Provincia, hice la carrera de locutor.
Cuando buscaba trabajo en las radios me decían: “Pibe, vos trabajás en el Banco Provincia, tenés créditos hipotecarios, podés comprarte tu casa, podés crecer”. Hoy, por supuesto, siguiendo el recorrido de los años, puedo decir que esto es pasión. Esa pasión es la que me llevó a dejar ese camino seguro y dedicarme a la radio.
—¡Qué impresionante! No sabía que habías sido empleado bancario. Y es eso, ¿no? resignificar: uno puede pensar “cómo estaría”, quizá con más plata, pero lo que nos mueve es la pasión.
Totalmente. Es una pasión que hoy me lleva a dormir pocas horas y levantarme a las 2:30 de la mañana para hacer un programa a las 4. A uno le gusta y por eso lo hace. Sabe que el físico le va a dar hasta cierto punto. Llega un momento en que ya no querés levantarte más a esa hora, pero te da satisfacción. La radio sigue teniendo mucha devolución, sobre todo la AM. Cuando me plantean si la radio está viva o no, siempre pongo el ejemplo de la pandemia. En los pueblitos más alejados del norte o del sur de Argentina no necesariamente la gente tiene wifi o Internet. La gente se informaba a través de la radio si tenía que vacunarse o cómo cuidarse del Covid. En una recorrida que hice, hablando de mis libros sobre radio, alguien me dijo: “La radio es el celular del pobre”. El pobre no tiene celular, entonces se informa por la radio.
Todavía hay radios del interior que dicen: “Hoy llega Belén de Capital; vamos a esperarla en el aeropuerto o en la estación de tren, llega a tal hora”. Eso también es la radio.
—¿Qué creés que sostiene la vigencia de la radio frente a otros medios?
La compañía y el contenido. Cuando se hace un buen programa con contenido, la gente lo busca. A veces incluso con un conductor que no les agrada: lo escuchan igual para ver “qué cosas dice”. La radio siempre estuvo “a punto de morir”: cuando apareció la tele, cuando aparecieron los podcasts, ahora el streaming, las redes sociales, pero no: las redes son un complemento.
Antes recibíamos cartas del interior, hoy tenemos WhatsApp, Facebook, redes que, con cuidado por las fake news, funcionan como cómplices del mensaje. La radio es trabajo de 24 horas. Terminas el programa de hoy y ya estás armando el de mañana y debe ser mejor. Como dice Julio Lagos: “Hay que ganar un oyente por programa” y si es posible, meter una palabra nueva para educar un poquito.

—¿Qué opinás del fenómeno del streaming y los podcast?
Hoy el streaming es un gran conversatorio y los chicos lo aman. Luzu, Blender, Olga… Cuando voy a Radio con Vos, en la esquina está Olga y hay multitudes. Hay mucho movimiento y dinero, no sé hasta cuándo. El streaming es sentarse a charlar, no hay mucha preproducción. En la radio bien hecha sí: hay producción, elaboración, columnistas, entrevistados. Antes, programas como La gallina verde tenían un gran locutor como eje y columnistas de enorme nivel: escritores, economistas, deportistas, humoristas, había una construcción. El tema económico arrasó con gran parte de la radio: artística reducida, informativos de 50 personas que ahora son de 4 o 6, las cosas cambiaron.
¿Cuánto va a durar el streaming? Depende del contenido. La radio te dice si tenés que pagar el monotributo, si funciona el tren, es actualidad. Si pones un boletín de radio a las 7 y uno a las 11, y lo comparás con los canales de noticias, vas a ver que la tele repite lo mismo. La radio varía: da un valor agregado.
—¿Que sentis cuando ves que radios con tanta historia, como Del Plata, tienen que suspender o apagar sus micrófonos ante la crisis?, ¿por qué pasa esto?
Porque el productor y el locutor pasaron a ser “servicio”: hacen de todo. Y porque los medios dejaron de ser medios de comunicación y pasaron a estar en manos de políticos o amigos de políticos. Del Plata es un ejemplo: con Electroingeniería había flujo estatal, cuando se cortó, todo cayó. Con Del Plata tengo una relación especial: después de 20 años me echaron. Estoy en juicio hace seis años esperando que me paguen. La quiero, pero la han destrozado.
El problema es ese manejo político del medio y los multimedios tampoco ayudaron: prometían más trabajo y fue al revés. El mismo periodista trabaja para diario, radio, tele, podcast y streaming, cobrando un poco más, pero no lo que corresponde.
—Además de tu trabajo en radio, sos docente. ¿Qué es lo que más disfrutas?
Aprender de los chicos. Traen música que no conozco, streamers que nunca escuché nombrar y eso me obliga a profundizar. Lo más difícil es lograr que estén informados. Muchos de tercer año no consumen noticias: se informan por TikTok, por un título en Twitter y yo trato de que entiendan que para ser comunicadores tienen que leer diarios, ver televisión, escuchar radio, consumir medios internacionales. Al final del año te dicen: “tenía razón, ahora puedo participar de una mesa de discusión”. Eso vale todo.

—¿Y qué creés que buscan estas nuevas generaciones que estudian periodismo o locución? En la era de las redes sociales, algunos buscan la profesión y otros quizá otra cosa…
Me parece fantástico que existan nuevas generaciones, pero oportunidades hay pocas. Cuando pasa “el tren”, tenés que tener la valijita llena de conocimiento. Para eso hay que aprovechar el tiempo de estudio. Ojalá existiera una pastilla para ser creativo, pero no. La creatividad se logra leyendo, viendo tele, cine, metiéndose en medios internacionales, escuchando radio del mundo, absorbiendo todo.
—¿Qué te sigue motivando después de tantos años?
La radio es mi oxígeno. Luisa Valmaggia lo dijo una vez y lo comparto, si no tengo radio, me falta el aire. A veces uno se levanta con fiaca, resfriado, con dolor pero se prende la luz del estudio y uno es distinto. Cuando se apaga, vuelven todos los dolores. La radio te da energía y placer. ¿Dinero? Y… ahí. Pero la satisfacción de la gente es inmensa. Hoy nos llamó un argentino desde Tailandia: “Es fundamental escucharte para saber cómo está la Argentina”. Eso te da sentido.
Me gustaría hacer otro horario, pero hoy me toca este. Igual estoy contento: cuando entré, el programa estaba quinto; hoy estamos segundos, arañando al primero.
—Si tuvieras que definir la radio en una frase, ¿cuál sería?
Para mí la radio es compañía, entretenimiento e información. Es pasión y contenido.
Y la radio se hace con gente, para la gente. No existe la radio con una sola persona que opera, limpia, atiende teléfonos, vende publicidad y da avisos. La radio es un grupo humano: el operador, que es el 50%, el coordinador, los productores, los columnistas. Como decía Juan Alberto Badía: hay que saber qué medialuna le gusta al operador. La radio necesita reuniones de producción, charlas, cenas. Es una construcción diaria.
En tiempos donde la inmediatez parece devorarlo todo, Mario Portugal recuerda que la radio todavía respira en cada oyente que enciende un aparato buscando compañía, información o simplemente una voz amiga. Su recorrido, su docencia y su mirada crítica sobre el medio confirman algo esencial: la radio se transforma, se ajusta y resiste, pero nunca pierde su corazón. Mientras haya alguien dispuesto a escuchar, habrá siempre alguien como él dispuesto a decir.
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