La declaración de Trump, realizada en las últimas horas, retoma una línea discursiva de extrema dureza que ha caracterizado su política exterior hacia Venezuela. Al no descartar la opción militar, el presidente utiliza el máximo nivel de presión diplomática y estratégica, buscando acelerar la salida de Nicolás Maduro del poder. Este tipo de declaraciones tienen un doble efecto: por un lado, refuerzan el apoyo a la oposición interna y a los países de la región que buscan una transición democrática; por otro, elevan la alerta en el Alto Mando militar venezolano.
La afirmación de que “Maduro tiene los días contados” va más allá de un pronóstico político; es un ultimátum que busca generar una ruptura interna en el círculo de poder chavista. El análisis geopolítico indica que la estrategia de Estados Unidos sigue siendo la de aislamiento económico y presión militar tácita, manteniendo todas las opciones sobre la mesa ante la persistencia del régimen.
La posibilidad de una intervención militar, aunque siempre se maneja con cautela, genera profundas divisiones en América Latina. Mientras algunos países del Grupo de Lima respaldan la presión estadounidense, la mayoría de los gobiernos de la región rechaza la opción militar como solución, priorizando la vía diplomática y las sanciones económicas.
Para la oposición venezolana, la declaración de Trump es un espaldarazo crucial en su lucha por la restauración democrática. Sin embargo, también aumenta el riesgo de una escalada de violencia o una respuesta defensiva por parte del régimen de Maduro, lo que podría tener consecuencias humanitarias imprevisibles. La situación en Venezuela se mantiene como uno de los focos de tensión más importantes de la agenda internacional.