El Parkinson surge por la degeneración de neuronas en los ganglios basales, responsables del control del movimiento. La caída en la producción de dopamina, neurotransmisor clave, produce temblores, rigidez y dificultad para coordinar movimientos. La mayoría de los casos no tienen una causa genética, sino un origen ambiental, donde la exposición a toxinas juega un papel relevante.
Para disminuir el riesgo de desarrollar Parkinson, especialistas como el neurólogo Michael Okun recomiendan una serie de hábitos cotidianos que incluyen la purificación del agua y del aire, una alimentación cuidadosa, ejercicio regular y un sueño de calidad. A continuación, cinco consejos clave:
Agua limpia, primer filtro para el cerebro
Okun aconseja instalar filtros de carbono en las fuentes de agua doméstica. Estos eliminan químicos invisibles como pesticidas y tricloroetileno (TCE), sustancia usada en limpieza en seco y vinculada a toxicidad cerebral. Aunque la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. prohibió en 2024 gran parte de su uso, aún existe riesgo por residuos persistentes.
Purificar el aire para mitigar riesgos
Los compuestos orgánicos volátiles presentes en el aire interior pueden atravesar la vía nasal y afectar el cerebro. Por eso se recomienda el uso de purificadores con filtros de carbón activado, especialmente en hogares y trabajos, para reducir la carga tóxica sobre los sistemas nerviosos.
Lavar y elegir bien los alimentos
Los pesticidas presentes en frutas y verduras pueden acumularse y dañar las mitocondrias de las células cerebrales. Lavarlos cuidadosamente, inclusive si son orgánicos, disminuye significativamente la exposición. Además, optar por alimentos orgánicos reduce biomarcadores de sustancias tóxicas rápidamente.
Movimiento diario como prevención y tratamiento
Caminar cuatro veces veinte minutos o ejercicios equivalentes activa la dopamina en el cerebro, mejorando movilidad y posiblemente retrasando síntomas. Para personas con dificultades de equilibrio se sugieren bicicletas estacionarias reclinadas.