Tensión en el bloque oficialista: el PRO marca distancia de la Casa Rosada

La disputa por los cargos en la Auditoría General de la Nación (AGN) agota la paciencia del partido de Mauricio Macri. La “relación rota” con La Libertad Avanza pone en duda la cohesión legislativa de cara a las reformas clave de 2026.

La alianza táctica que permitió al Gobierno avanzar con sus principales reformas en el Congreso atraviesa su momento más crítico. El malestar en las filas del PRO ha escalado a niveles de ruptura tras conocerse las designaciones para la Auditoría General de la Nación (AGN), un organismo clave para el control de las cuentas públicas. Según fuentes cercanas a la conducción del partido amarillo, la decisión del Ejecutivo de privilegiar acuerdos con sectores del peronismo y figuras propias, relegando los nombres propuestos por el macrismo, fue interpretada como una “traición” política. Esta situación no solo afecta el ánimo de los legisladores, sino que pone un signo de interrogación sobre la gobernabilidad futura, en un escenario donde cada voto aliado es vital para sostener el superávit fiscal.

El conflicto por la AGN es, en realidad, el síntoma de una enfermedad más profunda: la falta de una mesa de decisiones compartida. Desde el PRO sostienen que han aportado el capital político y técnico necesario para sostener la gestión de La Libertad Avanza, pero que a cambio reciben un trato de “empleados” y no de socios estratégicos. La bronca acumulada se ha cristalizado en la frase que circula por los despachos de la Cámara de Diputados: “la relación está rota”. Para el observador reflexivo, esta fractura representa un riesgo sistémico; si el bloque liderado por Cristian Ritondo decide retacear su apoyo, el Gobierno perdería el escudo legislativo que hoy le permite vetar leyes o aprobar presupuestos de ajuste sin grandes sobresaltos.

Esta crisis de confianza ocurre en una semana de alta intensidad parlamentaria, donde se debaten temas sensibles como la reforma laboral y el presupuesto nacional. El oficialismo parece apostar a una estrategia de fragmentación, negociando caso por caso con gobernadores y bloques minoritarios, una táctica que el PRO considera arriesgada y cortoplacista. La narrativa de la “pureza libertaria” que esgrime la Casa Rosada choca con la necesidad pragmática de contar con una base política sólida. Si el PRO decide replegarse sobre su propia identidad y ejercer un pensamiento crítico más agresivo frente a las iniciativas del Ejecutivo, el escenario de 2026 podría caracterizarse por una parálisis institucional que los mercados no tardarán en castigar.

Finalmente, el desenlace de esta interna definirá si el modelo de poder actual es capaz de institucionalizarse o si seguirá dependiendo de acuerdos volátiles. La conducción del PRO, bajo la atenta mirada de Mauricio Macri, debe decidir si continúa siendo el sostén silencioso del Gobierno o si empieza a marcar una agenda propia que le permita recuperar el terreno electoral perdido. Por su parte, La Libertad Avanza se enfrenta al desafío de entender que la política no se agota en la comunicación digital, sino que requiere de una arquitectura de consensos mínima para perdurar. Lo que hoy es un enojo por cargos en un organismo de control, mañana podría ser la piedra en el zapato que frene la transformación económica del país.

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