La decisión, que se encuentra en su etapa final de redacción, marca un cambio en la política de austeridad estricta que el Ejecutivo había mantenido para la planta política. Según fuentes oficiales, el argumento central para avanzar con este incremento es evitar la pérdida de competitividad de los sueldos públicos frente al sector privado, buscando retener a cuadros técnicos y políticos en áreas estratégicas del Gobierno. La medida, sin embargo, se da en un marco de alta sensibilidad social, donde cualquier ajuste en la “clase política” es observado bajo la lupa de la coherencia con el discurso de recorte del gasto estatal.
Desde el entorno presidencial, se enfatiza que la actualización no es discrecional, sino que responde a una necesidad de ordenamiento administrativo. Durante el último año, el congelamiento de haberes para los funcionarios de mayor rango generó distorsiones en la escala salarial, provocando que, en algunos casos, directores de carrera percibieran haberes superiores a los de sus superiores jerárquicos. El nuevo decreto busca subsanar estas asimetrías, estableciendo un nuevo piso para los cargos de mayor responsabilidad institucional, desde ministros hasta subsecretarios.
Para el ciudadano común y los analistas económicos, este movimiento plantea un debate sobre la oportunidad política de la medida. Mientras el Gobierno nacional mantiene una postura firme en las paritarias de otros sectores del Estado y promueve un control férreo de la emisión monetaria, el aumento para los funcionarios propios podría generar fricciones con los gremios estatales. No obstante, en la Casa Rosada sostienen que la transparencia en los haberes públicos es una condición necesaria para una gestión profesionalizada, lejos de los “sobresueldos” o mecanismos de financiamiento opacos de otras épocas.
El impacto fiscal del incremento, según las proyecciones iniciales, sería acotado dentro del presupuesto general, debido a que afecta a un universo reducido de personas. Sin embargo, su peso simbólico es innegable. En un escenario donde el Ejecutivo busca consolidar el equilibrio fiscal, este ajuste salarial será comunicado como una “normalización” necesaria para garantizar el funcionamiento de un Estado más eficiente y con funcionarios dedicados exclusivamente a la gestión pública.
La firma del decreto se espera para las próximas horas, lo que permitirá que las nuevas escalas se apliquen con los haberes del próximo mes. Para el público adulto, este episodio subraya las complejidades de gobernar bajo la bandera del ajuste: la tensión constante entre la necesidad técnica de recomponer cuadros y la demanda social de un sacrificio compartido. La gestión Milei enfrenta aquí el desafío de explicar por qué, en este momento de la economía, el refuerzo salarial de sus colaboradores es una pieza clave para la estabilidad institucional del país.