Desarrollo y aprendizaje social
El comportamiento de los gatos domésticos presenta matices complejos que se benefician de la interacción con su misma especie. Cuando dos ejemplares conviven desde etapas tempranas, desarrollan un sistema de aprendizaje mutuo que facilita la inhibición de la mordida y el control de la agresividad.
Este proceso, fundamental en las primeras semanas de vida, permite que los animales adquieran herramientas sociales que un humano no puede proporcionar mediante el juego convencional.
La presencia de un compañero de la misma especie actúa como un estímulo permanente para la actividad física. En departamentos o casas pequeñas, el sedentarismo es uno de los principales factores de riesgo para la salud animal. La dinámica de persecución y lucha lúdica entre dos gatos contribuye al mantenimiento de un peso saludable y previene enfermedades metabólicas derivadas de la inactividad, como la diabetes felina.
Estabilidad ante el cambio
El proceso de integración a una nueva vivienda suele generar niveles elevados de ansiedad en los felinos debido a su naturaleza territorial. Las evidencias analizadas indican que los gatos que llegan acompañados a un hogar desconocido muestran signos de confianza con mayor rapidez. El contacto físico y el reconocimiento mutuo sirven como un soporte emocional que reduce el miedo al entorno, permitiendo una exploración más segura y fluida de las habitaciones.
Este acompañamiento es especialmente relevante para dueños que pasan largas jornadas fuera de casa por motivos laborales. La soledad prolongada puede derivar en ansiedad por separación, manifestada a través de maullidos excesivos o daños en muebles. Al contar con un par, los animales gestionan mejor el tiempo de espera, manteniendo su mente ocupada en la interacción social y el aseo mutuo, lo que refuerza el vínculo afectivo entre ambos.