El infierno comenzó a la vuelta del trabajo, cuando una joven de 26 años caminaba por las calles del barrio Nueva Esperanza, en la localidad bonaerense de Mariano Acosta, partido de Merlo. Eran pasadas las ocho de la noche del viernes, y a pocos metros de su casa, sin imaginar lo que le esperaba, un hombre la interceptó.
Las cámaras de seguridad captaron al sospechoso, un hombre de unos 30 años, tambaleante y aparentemente en estado de ebriedad, vestido con campera deportiva roja, jeans oscuros y una gorra celeste que perdería tras el ataque. Detrás de él iba la víctima, ajena al peligro que se acercaba.
El hombre comenzó a proferirle insultos y obscenidades, y al sentir el acoso, la joven logró llamar a su madre indicando que la estaban “robando” y llevándola hacia un campo. Pero no hubo tiempo para más: el agresor la tomó violentamente del pelo, la arrastró y llevó hasta un descampado oscuro y desolado, ubicado en la calle Tilcara, entre Gavilán y Luis Campos.
Allí, bajo la amenaza y la fuerza, la mujer fue abusada sexualmente. Relató que el hombre la sujetaba por el cuello, le rompió la ropa y la obligó a someterse a un abuso que comenzó con sexo oral y continuó con acceso carnal. Tras consumar el ataque, el agresor tuvo una actitud inverosímil: le pidió perdón, asegurándole que era “la primera vez que hacía algo así”, y huyó del lugar corriendo.
La joven quedó tirada y conmocionada en el descampado hasta que una pareja que pasaba por la zona la encontró y le brindó ayuda mientras esperaba la llegada de su madre. Fue trasladada al Hospital Luis Lagomarsino, donde recibió atención médica, protocolos de profilaxis y contención psicológica.
La denuncia está radicada en la comisaría 6ª de Merlo y la investigación quedó en manos del fiscal Javier Ghessi, de la UFI Nº 1 del Departamento Judicial de Morón, bajo la carátula de abuso sexual con acceso carnal. En la escena del delito se secuestró una visera que sería del agresor, que continúa prófugo y es intensamente buscado por la Policía Bonaerense.
La familia de la víctima, devastada, se reunió con vecinos y se movilizó pidiendo justicia y mayor seguridad. Denuncian el abandono de la zona, la oscuridad del descampado y la necesidad urgente de respuestas por parte de las autoridades municipales y nacionales. La hermana relata con impotencia el momento en que la joven llamó desde el terror: “Me están robando, me están llevando al campo”. El esposo afirma que la agresión “les arruinó la vida” y dejó un trauma imborrable.
Este caso conmociona a la comunidad y exige una profunda reflexión sobre la seguridad, la prevención y la atención a las víctimas, mientras la justicia sigue tras la pista del responsable que aún permanece prófugo.