Por Luis Tonelli,
politólogo
Director del Centro para Reconstrucción Argentina,
Facultad de Ciencias Económicas, UBA.
Es cierto que llegó al poder con audacia y astucia, con la campaña negativa más intensa desde 1983. Pero eso funciona cuando uno es oposición. Son los gobiernos los que ganan o pierden las elecciones, con algo que ya no son promesas sino que tienen que ser realidad. El lema fue “kirchnerismo nunca más”, desde la base de la reducción de la inflación. Pero el conturbano prefiere platita. Si eso trae inflación, se descuenta a la platita. Se vive al día. Si no hay plata, el descuento fue del 100%, aunque la inflación se haya reducido (a los niveles desgobierno de CFK).
Por su parte, el plan dolarcito del gobierno empezó a estar en terapia intensiva, cosa que saben sus votantes más acomodados. Y encima, el presidente se gorilizó perdiendo el voto peronista que había cosechado antes. Simultáneamente se volvió un antirrepublicano. Todos votos que pierde él, aunque los votos no peronistas no fueron al peronismo, que obtuvo en la provincia lo mismo de siempre, casas más casas menos, cuando está encolumnado y con subintendentes traccionando.
El gobierno azuzó un cuco al que le tienen miedo los mercados y odian muchos de los no peronistas y algunos peronistas. Pero Milei y sus squadristas han sido virtuosos en generar odio contra todos; ese odio terminó aglutinando al peronismo y dispersando al no peronismo.
La equivocación garrafal fue nacionalizar una elección, pasando a ser gobierno en una provincia que gobierna el peronismo, cuando bien podría haber actuado con su especialidad: haciendo oposición. O sea, convirtió una elección intrascendente en un plebiscito a su gestión. ¡Y la gente votó como se vota en una legislativa provincial! Y ahí el polo que se fragmenta pierde. El engullimiento del PRO hizo que no le sumaran nada los tránsfugas del PRO. Muchos votantes amarillos rechazaron el violeta. Punto para Vidal y Larreta.
Mirándose su bragueta, La Libertad Avanza no reparó en que esta era una elección territorial y que los intendentes eran el gran motor electoral en los barrios populares. Pueden festejar muchos de sus habitantes las ocurrencias pesadas y políticamente incorrectas del presidente. Pero a la hora de votar, mandan las necesidades básicas insatisfechas. Y un ajuste con rebote escueto por vía del crédito es algo para suizos en esas barriadas desangeladas. Por otra parte, los sectores populares viven en carne propia la inseguridad; y La Bonaerense no se parece demasiado al Scotland Yard.
Ahora en el gobierno se auto conforman diciendo que en octubre será diferente. El problema es que, con los problemas económicos, Milei confió en la política para salir del laberinto por arriba. Eso les vendió a los mercados, a Trump y al FMI. Demás está decir que el ancla se rompió y el barco del gobierno está profundamente escorado (recuérdese que no tiene los votos para evitar un juicio político).
Ahora el Gobierno va a conocer cuán profundo es el amor de sus amigos. Lo mismo que se preguntaban los Bee Gees en los 80 pero respecto a la persona amada. No con estos chacales.